¿Te gusta conducir…un coche autónomo?
La industria automovilística siempre ha destacado como una industria innovadora y pionera en introducir soluciones vanguardistas. Actualmente se enfrenta a una auténtica revolución: emisiones cero, conectividad y conducción autónoma. Un coctel que cambiará para siempre el sector del automóvil.
No únicamente se enfrenta el sector a cambios tecnológicos cada vez más acelerados, sino que además deben hacer frente a un cambio demográfico importante que conlleva nuevas perspectivas por parte de los consumidores del concepto coche y conducción.
Conducir ha sido tradicionalmente asociado por los conductores más jóvenes a una experiencia placentera y liberadora, la entrada en una mayoría de edad que te permite una movilidad autónoma, independencia, el acceso a un estatus, el coche como una herramienta de reafirmación personal.
Para conductores de más edad, el coche (aunque no siempre), sigue siendo un símbolo de estatus e igualmente para muchos de ellos una herramienta de diversión. De esta forma se entiende a pesar de las restrictivas legislaciones, el éxito de marcas de coches deportivos, o bien entre las marcas generalistas de gamas de coches de altas prestaciones que no responden a un criterio racional conforme a los límites de velocidad existentes.
Conducir sigue siendo para mucha gente una experiencia que genera una adrenalina y unas sensaciones únicas, una forma de volver a la juventud y de generar una sonrisa. Unas sensaciones primarias que en muchas ocasiones son decisivas en el momento de la compra de un automóvil.
La conducción autónoma es un camino que difícilmente tiene vuelta atrás. Actualmente el 90% de accidentes que se producen vienen determinados por errores humanos y claramente la conducción autónoma reduciría drásticamente esta cifra. Las ventajas son obvias, teniendo en cuenta que en el mundo fallecen anualmente 1.250.000 personas en accidentes de tráfico, según el Informe Mundial sobre Seguridad Vial 2015 elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La conducción autónoma que puede tener una clara demanda para personas de avanzada edad o con minusvalías que les impidan conducir, supone un reto para las marcas en el segmento principal de jóvenes y mediana edad. La conducción autónoma implica pasar de vender una “experiencia de conducción” a vender una solución de movilidad, del punto A al punto B. Atributos del producto como, potencia, aceleración, deportividad, tacto de la dirección, sonido, pueden perder todo su valor.
Parece obvio pensar que ningún coche autónomo sobrepasará los límites de velocidad, o saldrá de un semáforo derrapando o encadenará alegremente las curvas de un puerto de montaña. Se limitará simplemente a trasladarnos del punto A al punto B. En estos términos la diferenciación de las marcas se hace más difícil de imaginar.
En cualquier caso, no únicamente el sector automovilístico debería empezar a pensar en nuevos modelos de negocio, sino que este fenómeno arrastrará consigo cambios drásticos en sectores asociados como pueden ser el sector asegurador, taxis, chóferes, transporte terrestre de mercancías, autoescuelas, etc.
Si bien ya existen pruebas reales de coches autónomos circulando en diversas ciudades del mundo, consolidar la tecnología, adaptar la legislación y empezar a llegar al mercado de consumo necesitará probablemente de un mínimo de cinco años. Las empresas automovilísticas, obviamente, pero especialmente todos los sectores que puedan verse afectados por esta tendencia, deberían de forma inmediata empezar a pensar en el impacto que puede tener en sus negocios y empezar a innovar en su modelo de negocio para buscar oportunidades ante esta próxima revolución del sector.